La cantante calva by Eugène Ionesco

La cantante calva by Eugène Ionesco

autor:Eugène Ionesco
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Teatro
publicado: 1952-09-04T04:00:00+00:00


ESCENA VIII

Los mismos y el CAPITÁN DE LOS BOMBEROS

EL BOMBERO (lleva, por supuesto, un enorme casco brillante y uniforme):

—Buenos días, señoras y señores. (Los otros siguen un poco sorprendidos. La señora SMITH, molesta, vuelve la cabeza y no responde a su saludo.) Buenos días, señora Smith. Parece usted enojada.

SRA. SMITH:

—¡Oh!

SR. SMITH:

—Es que, vea usted… mi esposa se siente un poco humillada por no haber tenido razón.

SR. MARTIN:

—Ha habido, señor capitán de Bomberos, una controversia entre la señora y el señor Smith.

SRA. SMITH (al señor MARTIN):

—¡Eso no es asunto suyo! (Al señor SMITH) Te ruego que no mezcles a los extraños en nuestras querellas familiares.

SR. SMITH:

—Oh, querida, la cosa no es muy grave. El capitán es un viejo amigo de la casa. Su madre me hacía la corte y conocí a su padre. Me había pedido que le diera mi hija en matrimonio cuando tuviera una. Entre tanto murió.

SR. MARTIN:

—No es culpa de él ni de usted.

EL BOMBERO:

—En fin, ¿de qué se trata?

SRA. SMITH:

—Mi marido pretendía…

SR. SMITH:

—No, eras tú la que pretendías.

SR. MARTIN:

—Sí, es ella.

SRA. MARTIN:

—No, es él.

EL BOMBERO:

—No se enojen. Dígame qué ha sucedido, señora Smith.

SRA. SMITH:

—Pues bien, oiga. Se me hace muy molesto hablarle con franqueza, pero un bombero es también un confesor.

EL BOMBERO:

—¿Y bien?

SRA. SMITH:

—Se discutía porque mi marido decía que cuando se oye llamar a la puerta es porque siempre hay alguien en ella.

SR. MARTIN:

—La cosa es plausible.

SRA. SMITH:

—Y yo decía que cada vez que llaman es que no hay nadie.

SRA. MARTIN:

—Eso puede parecer extraño.

SRA. SMITH:

—Pero está demostrado, no mediante demostraciones teóricas, sino por hechos.

SR. SMITH:

—Es falso, puesto que el bombero está aquí. Ha llamado, yo he abierto y él ha entrado.

SRA. MARTIN:

—¿Cuándo?

SR. MARTIN:

—Inmediatamente.

SRA. SMITH:

—Sí, pero sólo después de haber oído llamar por cuarta vez ha aparecido alguien. Y la cuarta vez no cuenta.

SRA. MARTIN:

—Siempre. Sólo cuentan las tres primeras veces.

SR. SMITH:

—Señor capitán, permítame que le haga, a mi vez, algunas preguntas.

EL BOMBERO:

—Hágalas.

SR. SMITH:

—Cuando he abierto la puerta y lo he visto, ¿era usted quien había llamado?

EL BOMBERO:

—Sí, era yo.

SR. MARTIN:

—¿Estaba usted en la puerta? ¿Llamó para entrar?

EL BOMBERO:

—No lo niego.

SR. SMITH (a su esposa, victoriosamente):

—¿Lo ves? Yo tenía razón. Cuando se oye llamar es porque hay alguien. No puedes decir que el capitán no es alguien.

SRA. SMITH:

—No puedo, ciertamente. Pero te repito que me refiero únicamente a las tres primeras veces, pues la cuarta no cuenta.

SRA. MARTIN:

—Y cuando llamaron la primera vez, ¿era usted?

EL BOMBERO:

—No, no era yo.

SRA. MARTIN:

—¿Ven ustedes? Llamaron y no había nadie.

SR. MARTIN:

—Era quizás algún otro.

SR. SMITH:

—¿Hacía mucho tiempo que estaba usted en la puerta?

EL BOMBERO:

—Tres cuartos de hora.

SR. SMITH:

—¿Y no vio a nadie?

EL BOMBERO:

—A nadie. Estoy seguro de eso.

SRA. MARTIN:

—¿Oyó usted que llamaban por segunda vez?

EL BOMBERO:

—Sí, pero tampoco era yo. Y seguía no habiendo nadie.

SRA. SMITH:

—¡Victoria! Yo tenía razón.

SR. SMITH (a su esposa):

—No tan deprisa. (Al BOMBERO) ¿Qué hacía usted en la puerta?

EL BOMBERO:

—Nada. Estaba allí. Pensaba en muchas cosas.

SR. MARTIN (al BOMBERO):

—Pero la tercera vez, ¿no fue usted quien llamó?

EL BOMBERO:

—Sí, fui yo.

SR. SMITH:

—Pero al abrir la puerta no lo vieron.



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